Los minutos pasaban y los cigarrillos cada vez eran menos, los pañuelos desechables se habían acabado, pero no sus ganas de seguir hablando, los guardias del parque ya comenzaban a rondar por las avenidas del campo santo en sus bicicletas, informando que en veinte minutos más cerrarían sus puertas. Pablo con sus ojos ya rojos e hinchados producto de los esporádicos llantos de tanto recordar, al parecer no escucho las indicaciones de aquel señor con chaqueta azul.
- La última vez que mi vieja se interno en el psiquiátrico ya estaba muy mal, se le olvidaban las cosas, no reconocía a nadie, decía que tenia que ir al medico y no iba... hasta que un día me llama una amiga de ella, pidiéndome que fuera urgente a su casa, porque mi mamá estaba allí muy mal.
¿y cual fue tú reacción al escuchar eso? - Reconozco que me dio un poco de rabia, porque yo le había creído cuando me dijo que estaba bien... pero termine yo mismo llevándola casi obligada al hospital, yo hable con el medico y la escuchaba gritarme desde otra habitación para que no la dejara allí... su voz hasta hoy me da vuelta en la cabeza... creo que no dormí en dos días.
- ¿Y tu trabajo y la Universidad? - No se como lo hice todo ese tiempo... Fui a visitar a mi vieja prácticamente todos los días al psiquiátrico, para hablar con ella, ver como estaba, me interrogaron los psiquiatras, les conté todo y lo único que hacían era darle pastillas que la mantenían media tonta durante el día.
- ¿Cuándo pasó esto? - Desde Octubre a Noviembre del año pasado.
- ¿Pero viste que mejoró en algún momento? Si, ya casi a finales de Octubre, empezó a mejorar, según lo que yo veía.
El Hospital Psiquiátrico de Santiago, alberga a más de doscientas personas separadas en distintas salas, dependiendo de su gravedad o su diagnostico. Muchos moradores de este hospital, están allí porque no tienen otro lugar donde vivir; un refugio para su distinta realidad.
“Ya no quiero venir más” “Le había prometido a mi vieja llevarla a conocer Isla de Pascua cuando yo me graduara de la universidad y no pude hacerlo... la deje muy sola… no me di cuenta de lo que pasaba, ella estaba triste y sin compañía, me enseño a ser independiente y creo que lo hizo demasiado bien”.
- ¿Qué pasó cuando ella salió del hospital? - Cuando salió, me fui a vivir con ella y le prometí que viajaríamos a Isla de Pascua cuando terminara la Universidad, pero luego de unos días, volvimos a pelear y me fui a mi casa y ella se volvió a quedar sola.
- ¿Cómo fue que la encontraste en su cama, el día en que sufrió el accidente? - ...Ese día viernes yo tenía todo listo para irme a la playa y me llamo una tía para preguntarme por mi vieja, eso me preocupo y llame a la casa de mi mamá y como no me contestaron, llame al hospital porque pensé que estaba trabajando, pero allá me dijeron que ella no iba a trabajar desde el miércoles...
El frió ya comenzaba a reinar en todo el cementerio y la luz de día, cada vez era menos al momento en que comenzamos a salir del lugar. Pablo aprovecho esos minutos de cambiar la conversación mientras dejábamos atrás ese viejo árbol que sirvió de testigo para su confesión.
En silencio volvió a la lápida de su madre y sin decir nada se despidió de ella. Ya en la salida del Parque del Sendero, comenzamos a caminar por un costado de la carretera Américo Vespucio, con rumbo al sur, en busca de cigarros que ayudaran en nuestra conversación.- ¿Qué pasó por tu mente cuando tu mamá no aparecía por ningún lado? - Tomé un taxi y me fui lo más rápido que pude hasta llegar a su casa, le pedí la copia de las llaves a la vecina...
- ¿Pero qué pasaba por tú mente en ese momento? - ...Pensé que le había pasado algo grave.
- ¿No pensaste en que se había suicidado por ejemplo? - Eso nunca... Ella sufrió una alta de presión, lo que le provocó los infartos cerebrales, también tuvo convulsiones y vomitó, producto de eso, comenzó a ahogarse, y su cerebro recibió poca oxigenación.
- ¿y cuanto tiempo pasó de eso?... Como caído del cielo, aparece en nuestro camino un pequeño negocio metálico, donde conseguimos una cajetilla de Belmont suave y dos bebidas de $250. Yo destapo mi pequeña coca cola, mientras Pablo enciende un cigarrillo y da un gran trago a su mini botella de Fanta, para así darse ánimo.
- A mi vieja la encontré un día viernes en la tarde y la última vez que se supo de ella fue el miércoles en la noche cuando hablamos por teléfono.
- ¿Pudieron pasar más de doce horas desde que paso todo? - Yo creo que paso más tiempo, pero ya no sirve de nada pensar en eso.
- ¿por qué? - Porque me hace mal, a veces me culpo por lo que pasó, por las noches siento que va a entrar a mi habitación, o cuando llego de noche a la casa, creo que la voy a ver sentada en el sillón, para que conversemos un poco, yo pensé que podría asumir su muerte pero hasta hoy no lo había hecho.
- ¿Por qué dices hasta hoy? - Porque ya no quiero venir más... al menos por un tiempo. Se que estará conmigo donde quiera que yo vaya, se que tengo que ir a Isla de Pascua, porque se lo prometí y aunque ella ya no este viva, yo seguiré siendo sus ojos, pero ambos necesitamos descansar.
Seguimos caminamos por un costado de la carretera, yo escuchando su vida y él desahogando sus penas, conseguí una historia y él una terapia. El viento y el frío nos dejaron en paz por un momento, hasta que el reloj nos recordó que ya era hora de volver a casa, yo a escribir y Pablo a pensar por fin en sí mismo.
Fin
Viajero Chile...